Muerte en martes.

El cierre de una vida. Mármol, césped, tierra, gusanos, raíces y luego la nada. Segunda oportunidad, nueva vida, llantos, risas, luego mármol, césped, tierra, gusanos, raíces y la nada otra vez.

Y paseando me topé con los restos de lo que un día fui. Ahí estaba, sí, era uno más pero no uno cualquiera. Esa extensión de mí mismo estaba justo delante, ocupando un espacio. En realidad ocupábamos dos espacios de un mismo lugar. Tal vez la extensión de esa antigua materia era yo.

Y dejando atrás el cuerpo exánime de mi ex-yo, siendo consciente de que el agua encharcada se colaba por mis tobillos, me alejé.

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